Tiempo de cambio

Lorena Nieto
Once años… aquellos años de cambio, en los que se está a un paso de ser adolescente, pero se recula con facilidad para volver a ser niño. Exigimos ser tratados como a alguien de más edad, pero no queremos aceptar las responsabilidades que esto conlleva. Cambiar es duro y cuando se experimenta, comienza un debate entre si hacerlo o no. Cuando al fin se decide que sí, si tenemos hermanos mayores los imitamos y si no se tienen, se copia a cualquier otro. Buscamos un ídolo y también lo imitamos. Aprendemos todo, y si no es bueno, pues mejor.
Aunque en cierto modo cambiar es duro, porque al tiempo que exigimos más libertad se nos exige más sacrificio, nos satisface comprobar que tenemos más autonomía respecto a los padres, y cuando lo probamos… queremos más. Y en ese momento la situación da la vuelta; dejamos de ser nosotros los que estamos pendientes todo el día de los padres y pasan a ser ellos los que están detrás de nosotros.
Supongo que, como seguramente también hayan hecho conmigo, será normal mirar hacia la generación de hoy en día y pensar ‘son salvajes’ o ‘yo no era así’. Aunque por mucho que me pese, en realidad era igual que ellos. Por otra parte, ¡quién sabe si en otro puñado de años estaré pensando lo mismo que hoy!

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