Escríbeme

Ines Bocos
Qué curioso que aquello que está destinado a juntar kilómetros separe centímetros. Es más normal ver sonrisas a una pantalla que a cualquier chica. Y las miradas, clavadas en esa pantalla, esperando a que se ilumine, vibre o suene. No sé qué pueden regalar 12 teclas numeradas que poseen cada una 3 o 4 letras, o en su defecto una pantalla que al mínimo contacto nos representa de nuevo las 12 teclas. Es extraño o más bien penoso que lo primero que hacemos al conocer a alguien es pedirle el número de teléfono, podríamos hablar de dónde trabaja, qué estudia o cúal es su helado favorito, pero en vez de eso prefermos preguntárselo a la mañana siguiente, vía mensajería instantánea. Aún más curioso es que si, por algún casual, esas dos personas llegan a obtener una cita, en ella, estarán más pendientes de las 12 teclas que de la persona que tienen enfrente. Sin embargo, a la gente le encanta esto. Ya no está de moda lo de tirar piedras a la ventana a las tres de la madrugada, ni las cartas en las taquillas, ni contratar una banda de mariachis para que canten bajo el balcón de cierta persona, es más yo creo que ni siquiera un mensaje en el cielo se podría igualar a la sensación del móvil, a cuando lo abrimos y vemos el nombre de esa persona, la que desearíamos que se acordase de nosotros. La misma persona a la que, cuando la tenemos enfrente, la ignoramos.

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