Adictos al buen café

Agustín Gutierrez Delgado
Cada día que iba a la cafetería le parecía más pequeña. Todo había comenzado unos meses antes. Al principio, casi de forma imperceptible, sentía que había menos espacio en la barra y que las paredes del local poco a poco estaban más cerca una de otra. Los adictos al buen café y a la charla con las camareras, sin embargo, no podían dejar de acudir todos los recreos. Apenas podían entrar ya los niños y los más gorditos empezaron a tener que conformarse con gritar lo que querían desde la ventana.
Aquel día el profesor de lengua necesitaba su café y haciendo un gran esfuerzo por entrar, metiendo tripa y rompiéndose alguna costilla logro entrar en la cafetería. Fue el día en que las dos paredes opuestas lograron tocarse.

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