Horroroso error

Agustín T. Gutiérrez Delgado
La borra del café se cayó al suelo. No la novela de Benedetti sino las sobras de la cazoleta de la cafetera. La camarera se puso a barrer mientras en el ambiente se barruntaba cierta tensión. Fuera, en el pasillo, se oían gritos y berridos arrebatados de algún alumno enfurruñado con el mundo. El otoño acababa de arribar y la berrea ya estaba aquí. En la cafetería del instituto un repetidor se aburría en una esquina y otro se aburraba leyendo el Marca. Mientras los profesores, esbirros de la administración, se atiborraban a sopas de pan o a bocadillos de berros y birras. Yo, acodado en la barra, veía la vida pasar cual Barrabás arrepentido 
La noche anterior había llovido mucho y la entrada se había llenado de agua y lodo. Al igual que mis zapatos, yo me sentía completamente embarrado. La camarera me tuvo que echar de la barra por mi bien. Decía que desbarraba.

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