¿Tienes fuego?

Inés Bocos
Hace frío, no paro de pensar en que valía más la pena ir mal conjuntada que ir así de mona y quedarme congelada. Me vibra el móvil, lo miro y es un mensaje de Ángela, “¿Dónde estás?’’. Joder, llego tarde otra vez, la mala fama no se pone por nada, y la mía es la de tardona. Quiero contestar pero no puedo, ¡menuda mierda de móvil! siempre repito lo mismo ‘’Cualquier día lo tiro a la basura’’, cosa que bajo ninguna circunstancia haría debido a que estaría sin móvil el resto de mi vida. Me pongo los cascos y no paro de pensar donde estará el dichoso autobús.
De pronto aparece una mujer delgada, de unos 53 años, con un vestido y un abrigo negro por encima desabrochado. Hablaba por teléfono, había quedado a "y media" en el Aloha, no sé con qué tipo de hombre podría pegar esa mujer tan peculiar. Lleva un cigarrillo de liar en la boca pero sin encender, no hace más que buscar algo en el bolso de una manera más bien desesperada, intuyo que es el mechero, pero nada, no hay suerte, el pitillo se quedará en su mano dándole olor a nicotina durante toda la tarde. Se aparta el pelo de la cara y me pregunta .
- ¿Ha pasado el autobús?
Y yo me quito los cascos y paro la música (todas las señoras que hablan una vez en la parada es que quieren conversación, por lo que me volverá a preguntar algo).
- ¿Tienes  mechero? - insiste
 Y yo niego con la cabeza. Tengo demasiado frío como para hablar y observo que mi Blackberry se ha desbloqueado. Es el momento de dar a Ángela señales de vida.
La mujer me toca el hombro y me dice:
 - Estarás contenta, cómo te cantan-
Vuelvo de la luna de Valencia para escuchar lo que dicen aquellos cinco hombres que están al otro lado de la carretera, en la terraza del bar. Es un cántico un poco extraño, intentan ir todos al ritmo sin obtener mucho resultado. El whisky y el vino malo suelen tener estas consecuencias. Por lo que me ha dicho la mujer de negro las "canciones" se dirigen a mí, así que intento poner más atención y escucho algo como: ‘’Rubia, ven aquí que chica como tú no se ven todos los días’’.
Siento vergüenza ajena y me pregunto dónde se pensarán esas mujeres e hijos que están sus maridos y sus padres respectivamente. Y suelto un simple ‘’Qué pena me dan los borrachos’’. Me miró de forma extraña y apareció el autobús, soltó un suspiro que llevaba grabados los 40º del vodka. Yo la miré avergonzada por haberla insultado a la cara, y ella me miró con más vergüenza, aún sabiendo que la había insultado con razón. Preguntándose si su cita tendría la misma opinión sobre ella que yo, o si estaría en las mismas circunstancias que ella. Dos borrachos con el cigarro en la mano, en busca de un mechero para encender el pitillo y de alguien que encendiese su vida.

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